“Troqueros”, camioneros hispanos en Estados Unidos

No hable con la policía. Hable primero con un abogado. El folleto publicitario cayó en nuestras manos a la salida de la cafetería de un truck stop de Los Ángeles. Tal cual, con la frase en español y con la foto de un picapleitos muy serio, obeso y entrajado de Armani.

El abogado se definía como defensor de los troqueros, es decir, mediador de los camioneros hispanos. Nos llamó la atención.

A juzgar por aquella publicidad, los troqueros (derivación hispana del anglosajón “trucker”) debían ver en los coches patrulla a su peor pesadilla.

¿Tan duros eran los agentes norteamericanos con los camioneros latinos? ¿Hasta el punto de que los abogados recomendasen no abrir la boca por si acaso? Ya que deambulábamos por territorio chicano, decidimos salir de dudas.

Nos encontrábamos a la salida de Los Ángeles, cerca de San Bernardino y rumbo a Las Vegas, en plena Interstate 15, el lugar idóneo para nuestro cometido del día: charlar con camioneros hispanos.

Así que nos lanzamos rumbo norte en busca de rostros morenos, bigotes prominentes y altavoces que escupieran rancheras y corridos.

Es cierto que dicho así no parece el mejor plan del mundo (excepto que la obsesión de uno sea pasar una noche de pasión con una banda de mariachis, y no era el caso), pero lo cierto es que después de más de 20 días luchando con el idioma, la idea de pasar una jornada comunicándonos en “Spanish” se presentaba mucho más que atractiva. Hasta ese momento, nuestro contacto con conductores latinos había sido prácticamente nulo.

Sin embargo, en California, donde el 38 % de la población es hispana (cerca de 13 millones de personas), las probabilidades se disparaban.

Miedo al latino

Cristopher Hernández es mexicano y trabaja como troquero desde hace más de veinte años. Nos cuenta que las relaciones entre latinos y gabachos (así llaman a los norteamericanos blancos) son, por lo general, algo tensas.

“La razón –explica Cristopher–, lo de siempre: la creencia Troqueros USAde que el inmigrante llega a un sitio nuevo para robar el trabajo de los que allí viven”.

Lo cierto es que en Estados Unidos hay una gran demanda de camioneros de larga distancia. Las ofertas de trabajo son habituales en prensa e incluso pueden verse carteles de “drivers wanted” (se buscan conductores) adheridos a las puertas traseras de muchos trailers.

Ocurre que el mundo se empeña en chapotear en el lodazal de la ignorancia, y el miedo irracional campa a sus anchas en Estados Unidos, igual que lo hace en Pekín, Viena o nuestra querida España.

En esto, la globalización hace siglos que existe. Así que mientras miles de mexicanos, peruanos, salvadoreños, hondureños, etc. deciden ganarse la vida al volante como asalariados para empresas de transporte yanquis, son muchos los conductores estadounidenses que recelan de los latinos.

“Al final ocurre lo de siempre. El racismo intenta disimularse con argumentos débiles, como que robamos su trabajo o que no estamos calificados para conducir de forma segura. Y mientras, los empresarios de aquí están encantados de contratar latinos y poder así pagar salarios más bajos”.

 

Nos preguntamos hasta dónde llega el roce entre gabachos y latinos. Sabemos que en España, algunos camioneros muestran abiertamente animadversión por los colegas rumanos o polacos. ¿Y en EE.UU.?

Bernal Corrales llegó en 1993 a California desde su Costa Rica natal. Nos cuenta que, por norma general, el latino trabaja como asalariado, y el estadounidense, como autónomo.

También es su caso. “En algunos estados del país creen que les robamos el trabajo. Es así. La tensión se palpa y hay roces. Aquí en California es algo diferente, porque la comunidad hispana es enorme desde hace mucho tiempo”.

Bernal recuerda que en alguno de sus viajes por el país ha tenido que aguantar comentarios xenófobos por parte de otros colegas de profesión. “Alguna que otra vez me han dicho ‘go home’ (vuelve a casa), pero no me preocupa. El gabacho es muy prepotente”.

Pedro Santiago Ramírez, otro de los mexicanos que nos encontramos en nuestro periplo por la I-15, nos muestra en una revista hispana el caso de un compatriota que trabajaba con su mujer en el camión.

“En una tienda de Utah, un güero (sinónimo de gabacho) que estaba comprando, como ellos, dijo en voz alta: ‘Ahora no sólo hay que aguantar a los mexicanos hombres, sino también a las mujeres’.

El dueño de aquel comercio lo echó por racista. Antes de irse le espetó: ‘Has perdido un cliente’. Y el dueño respondió: ‘No te preocupes, tengo bastantes mexicanos que vienen por acá’”.

Enrique Díaz es natural de Guadalajara (México) y reconoce que de vez en cuando salta alguna que otra chispa. “Te llaman ‘wetback’ (espalda mojada, inmigrante ilegal) y cosas así. Pero la suerte es que somos muchos y tenemos fuerza. Entre los hispanos debemos echarnos una mano”.